Empiezo por declarar lo obvio: la calidad del transporte en general es malísima. Habiendo apuntado lo evidente, arranco con el post.
Salvo las poquísimas veces en que nos toca un colectivo como la gente, o tenemos la suerte de viajar con personas normales al lado, la pasamos muy mal cada vez que tenemos que hacer un viaje en algún tipo de transporte, público o privado. Lo mejor de todo, es que uno puede renegar por las malas condiciones en que se encuentran los vehículos (asientos que no se reclinan, aire acondicionado o calefacción que no anda, y muchas otras cosas), pero en definitiva, no depende de nosotros, ni siquiera de los choferes, el mejorarlo. Lo que sí depende de cada una de las personas que se emabarcan en la peligrosa aventura de viajar por las calles/rutas/vías argentinas, es hacer lo posible para que esas horas de convivencia forzada sean lo menos conflictivas posibles, y la realidad es que no muchos cooperan. Después de cuatro años de ir y venir en colectivo y ocasionalmente en puerta a puerta, doy fe de que se adquiere una capacidad especial para reconocer el tipo de gente con el que toca viajar. A continuación, paso a hacer una pequeña (iba a ser pequeña, lo juro) enumeración de los mismos:
1) Las cotorras: en general son chicas de unos 17, 18 años, en su primer año de facultad. Se ve de lejos cómo chorrean el entusiasmo que varios ya dejamos atrás hace tiempo. Pasan todo el viaje hablando de temas varios, entre los que seguro figuran salidas, chicos (este tópico en particular suele estar acompañado por grititos de emoción cada tres o cuatro palabras), profesores, parciales, risitas estúpidas e increíblemente agudas y fuertes, más salidas, más chicos (ergo, más grititos) y a veces también música o películas de actualidad. Y si se agotan los temas de conversación antes de arribar a destino, suelen ponerse a cantar, o bien retoman la discusión de alguno de los temas tratados previamente. Hay una sola cosa, sin embargo, que está fuera de discusión para las cotorras: callarse. Todo lo demás es digno de ser comentado.
2) El estudioso: abre los libros antes de que el colectivo salga de la terminal y los cierra solamente cuando llega el momento de bajarse. Durante el viaje va sacando carpetas, cuadernos, biromes, resaltadores, que van formando pilas a su alrededor. Si hay mucho quilombo, puede llegar a lanzar alguna que otra miradita asesina a aquel que ose perturbar su estudio.
3) El jodido: sube protestando por alguna cosa irrelevante. Pelea al que está sentado en el asiento número nueve, amenazándolo con bajarlo de los pelos del colectivo a menos que se lo dé porque "es el que figura en su pasaje", hasta que entre dos logran tenerlo, mientras un tercero trata de explicarle que su asiento es el número seis, haciéndole notar que está mirando el pasaje al revés. Cuando por fin lo convencen, va a sentarse donde le corresponde con cara de traste, pero se da cuenta que su lugar está del lado del pasillo y a él le gusta viajar del lado de la ventanilla, por lo que, escándalo de por medio, consigue que el pobre infeliz condenado a viajar con él le ceda su lugar.
4) El obsesivo compulsivo: cada vez que hay una curva aplaude tres veces; cada vez que ve un cartel, levanta o baja -según toque- el apoyabrazos; en cada escala que hace el colectivo se sube y baja las mangas de la remera y cosas por el estilo. Todo esto, obviamente, con el mayor disimulo posible.
5) El viejo asqueroso: ya de por sí es feo que te toque viajar con uno de estos, pero lo peor es que hay dos variantes, a saber:
a) El viejo verde: es el que se les sienta al lado a las señoritas, pero en vez de mirar para adelante, va mirando para el costado, sin disimulo alguno. No traten de mirarlo a los ojos para darle a entender que les está faltando el respeto (créanme, lo intenté, sólo hace que siga mirando -y a veces empieza a hacer caras-) y aprovechen cuando se desocupe un asiento para mudarse.
b) El escatológico: les juro que me pasó. Antes de salir de la terminal, empecé a sentir un olor inconfundible, que venía también de una dirección inconfundible. Lo dejé pasar porque bueno, una persona mayor puede tener problemas, em, para retener gases; pero después de que el episodio se repitiera unas catorce veces antes de llegar a Casilda, me levanté y me fui a sentar a otro lado. En serio, ¡qué viejo hijo de puta!
6) La sociable: es la que se te sienta al lado y empieza a contarte su vida, sin que le preguntes nada. Te muestra las fotos de los hijos, los nietos, los perros, los gatos y demás gente/animales vinculados con ella. Cuando atinás a ponerte los auriculares (en claro gesto de quiero dejar de escucharte), te pregunta qué escuchás y si no le prestás uno de los auriculares porque ella se olvidó el suyo. Cuando está en alguna reunión social, suele ser de los pesados.
7) El del ringtone a la moda: nótese que a mi criterio, la moda musical es básicamente, una porquería. Dicho esto, pocas cosas son peores que ir durmiendo plácidamente y te despierten con "Pa-Panamericano". En serio, dan ganas de matar a alguien. Especialmente al desgraciado que lo tiene al palo y lo deja sonar para que todos los pasajeros se deleiten con esa cosa.
8) El/La gritón/gritona: ya que hablamos de celulares, no puedo dejar de nombrar a este personaje, que es una fija. Digamos que, de entrada, celulares y personas mayores (en general, no es un axioma matemático), no deberían juntarse. Es sumamente irritante cuando te toca estar dentro del radio de cinco asientos de alguno de éstos y cuando llaman y/o los llaman empiezan a gritar como si se estuvieran comunicando por medio de dos vasos y un hilo. Alguien debería avisarles que el teléfono celular es, ante todo, eso: un teléfono.
9) El que se siente como en casa: este es sin dudas, el que mejor la pasa. Mientras todos los demás están reprimiendo las ganas de matarse unos a otros, el tipo está despatarrado en su asiento, inmune a todo lo que pasa a su alrededor, durmiendo tranquilamente. Ronca, se babea y frecuentemente se le tira encima al que tiene al lado, que termina haciendo las veces de almohada. Un capo.
10) Los pornográficos: son esas parejas que dan asco ver juntas. No porque una sea jodida y medio Grinch cuando de amor se trata, sino porque realmente: ¿cuál es la necesidad de estar tirados uno encima del otro durante todo el viaje? Son súper hábiles para hacer que los asientos de colectivo parezcan una cama, se la pasan chapando mal y terminan haciendo que medio colectivo tenga miedo de ligar un lengüetazo cuando les pase cerca.
11) El que no se baña: es uno de los peores. Pleno verano, 45º de calor, todo cerrado, aire acondicionado (si tenés suerte y funciona) y ese olor asqueroso que sale de la anatomía de este espécimen. Un horror.
12) El bebé que llora: todos los bebés son lindos. Hasta que empiezan a llorar. Y cuando lloran en el colectivo y no paran, por mucho que hagan los padres (generalmente primerizos; muchas veces madre sola y adolescente), hacen que uno se quiera tirar por la ventanilla. Lo que siempre me asombró es lo fuerte que son capaces de gritar... cualquiera diría que con pulmones más chicos los decibeles deberían ser menores, pero se ve que la proporción es inversa...
13) La familia Ingalls: son once. Y tienen asientos a lo largo de todo el colectivo. En el medio del viaje, siempre, siempre, necesitan algo del pariente. Y en vez de desplazarse silenciosamente hasta donde está éste, pegan el grito. Y el otro contesta gritando también. Cuando a la tercera vez que lo hacen, alguien les pide que por favor hagan silencio, empiezan a mandar a los chicos. Y los chicos descubren que es re divertido jugar a no caerse mientras van y vienen por el pasillo. Hasta que alguno se cae o se da contra un asiento y el juego se termina, con llantos, retos y a veces sangre también.
14) El ratón: es aquel que (según él) por principio y no por otra cosa no pone el bolso abajo y pretende meterlo arriba de los asientos. Cuando es chiquito, todo sale bárbaro, pero cuando es un terrible bolso más grande que él y no entra, y encima de todo lo pone donde van los pies -tuyos, por si quedaba alguna duda- la cara de orto es automática. No hay nada que se pueda hacer al respecto. Y todo esto por no darle un peso al maletero.
15) El que siempre llega tarde: a todos nos puede pasar. Una vez. Dos, como mucho. Pero siempre hay alguien que llega siempre tarde al colectivo, siempre que vos estás arriba esperando para irte. Y si ya es bastante irritante la perspectiva de un viaje de tres horas junto a todos los personajes que termino de describir, entonces lo menos que querés es extender ese tiempo.
Y acá termino. Nótese que a la derecha (un poco más arriba) se encuentra el LikeBox de Facebook; siéntanse libres de darle "me gusta" (si les gusta). Lo mismo para cada una de las entradas. Como siempre, gracias por leer, y quedan invitados a hacer los comentarios que gusten. Hasta la próxima y si no es antes, ¡felices fiestas!
Edit: Yo sabía que de algo me olvidaba: como graciosamente señaló Rami en los comentarios, él me tiró los últimos dos (más otros que ya estaban), así que ¡gracias Bech!
Salvo las poquísimas veces en que nos toca un colectivo como la gente, o tenemos la suerte de viajar con personas normales al lado, la pasamos muy mal cada vez que tenemos que hacer un viaje en algún tipo de transporte, público o privado. Lo mejor de todo, es que uno puede renegar por las malas condiciones en que se encuentran los vehículos (asientos que no se reclinan, aire acondicionado o calefacción que no anda, y muchas otras cosas), pero en definitiva, no depende de nosotros, ni siquiera de los choferes, el mejorarlo. Lo que sí depende de cada una de las personas que se emabarcan en la peligrosa aventura de viajar por las calles/rutas/vías argentinas, es hacer lo posible para que esas horas de convivencia forzada sean lo menos conflictivas posibles, y la realidad es que no muchos cooperan. Después de cuatro años de ir y venir en colectivo y ocasionalmente en puerta a puerta, doy fe de que se adquiere una capacidad especial para reconocer el tipo de gente con el que toca viajar. A continuación, paso a hacer una pequeña (iba a ser pequeña, lo juro) enumeración de los mismos:
1) Las cotorras: en general son chicas de unos 17, 18 años, en su primer año de facultad. Se ve de lejos cómo chorrean el entusiasmo que varios ya dejamos atrás hace tiempo. Pasan todo el viaje hablando de temas varios, entre los que seguro figuran salidas, chicos (este tópico en particular suele estar acompañado por grititos de emoción cada tres o cuatro palabras), profesores, parciales, risitas estúpidas e increíblemente agudas y fuertes, más salidas, más chicos (ergo, más grititos) y a veces también música o películas de actualidad. Y si se agotan los temas de conversación antes de arribar a destino, suelen ponerse a cantar, o bien retoman la discusión de alguno de los temas tratados previamente. Hay una sola cosa, sin embargo, que está fuera de discusión para las cotorras: callarse. Todo lo demás es digno de ser comentado.
2) El estudioso: abre los libros antes de que el colectivo salga de la terminal y los cierra solamente cuando llega el momento de bajarse. Durante el viaje va sacando carpetas, cuadernos, biromes, resaltadores, que van formando pilas a su alrededor. Si hay mucho quilombo, puede llegar a lanzar alguna que otra miradita asesina a aquel que ose perturbar su estudio.
3) El jodido: sube protestando por alguna cosa irrelevante. Pelea al que está sentado en el asiento número nueve, amenazándolo con bajarlo de los pelos del colectivo a menos que se lo dé porque "es el que figura en su pasaje", hasta que entre dos logran tenerlo, mientras un tercero trata de explicarle que su asiento es el número seis, haciéndole notar que está mirando el pasaje al revés. Cuando por fin lo convencen, va a sentarse donde le corresponde con cara de traste, pero se da cuenta que su lugar está del lado del pasillo y a él le gusta viajar del lado de la ventanilla, por lo que, escándalo de por medio, consigue que el pobre infeliz condenado a viajar con él le ceda su lugar.
4) El obsesivo compulsivo: cada vez que hay una curva aplaude tres veces; cada vez que ve un cartel, levanta o baja -según toque- el apoyabrazos; en cada escala que hace el colectivo se sube y baja las mangas de la remera y cosas por el estilo. Todo esto, obviamente, con el mayor disimulo posible.
5) El viejo asqueroso: ya de por sí es feo que te toque viajar con uno de estos, pero lo peor es que hay dos variantes, a saber:
a) El viejo verde: es el que se les sienta al lado a las señoritas, pero en vez de mirar para adelante, va mirando para el costado, sin disimulo alguno. No traten de mirarlo a los ojos para darle a entender que les está faltando el respeto (créanme, lo intenté, sólo hace que siga mirando -y a veces empieza a hacer caras-) y aprovechen cuando se desocupe un asiento para mudarse.
b) El escatológico: les juro que me pasó. Antes de salir de la terminal, empecé a sentir un olor inconfundible, que venía también de una dirección inconfundible. Lo dejé pasar porque bueno, una persona mayor puede tener problemas, em, para retener gases; pero después de que el episodio se repitiera unas catorce veces antes de llegar a Casilda, me levanté y me fui a sentar a otro lado. En serio, ¡qué viejo hijo de puta!
6) La sociable: es la que se te sienta al lado y empieza a contarte su vida, sin que le preguntes nada. Te muestra las fotos de los hijos, los nietos, los perros, los gatos y demás gente/animales vinculados con ella. Cuando atinás a ponerte los auriculares (en claro gesto de quiero dejar de escucharte), te pregunta qué escuchás y si no le prestás uno de los auriculares porque ella se olvidó el suyo. Cuando está en alguna reunión social, suele ser de los pesados.
7) El del ringtone a la moda: nótese que a mi criterio, la moda musical es básicamente, una porquería. Dicho esto, pocas cosas son peores que ir durmiendo plácidamente y te despierten con "Pa-Panamericano". En serio, dan ganas de matar a alguien. Especialmente al desgraciado que lo tiene al palo y lo deja sonar para que todos los pasajeros se deleiten con esa cosa.
8) El/La gritón/gritona: ya que hablamos de celulares, no puedo dejar de nombrar a este personaje, que es una fija. Digamos que, de entrada, celulares y personas mayores (en general, no es un axioma matemático), no deberían juntarse. Es sumamente irritante cuando te toca estar dentro del radio de cinco asientos de alguno de éstos y cuando llaman y/o los llaman empiezan a gritar como si se estuvieran comunicando por medio de dos vasos y un hilo. Alguien debería avisarles que el teléfono celular es, ante todo, eso: un teléfono.
9) El que se siente como en casa: este es sin dudas, el que mejor la pasa. Mientras todos los demás están reprimiendo las ganas de matarse unos a otros, el tipo está despatarrado en su asiento, inmune a todo lo que pasa a su alrededor, durmiendo tranquilamente. Ronca, se babea y frecuentemente se le tira encima al que tiene al lado, que termina haciendo las veces de almohada. Un capo.
10) Los pornográficos: son esas parejas que dan asco ver juntas. No porque una sea jodida y medio Grinch cuando de amor se trata, sino porque realmente: ¿cuál es la necesidad de estar tirados uno encima del otro durante todo el viaje? Son súper hábiles para hacer que los asientos de colectivo parezcan una cama, se la pasan chapando mal y terminan haciendo que medio colectivo tenga miedo de ligar un lengüetazo cuando les pase cerca.
11) El que no se baña: es uno de los peores. Pleno verano, 45º de calor, todo cerrado, aire acondicionado (si tenés suerte y funciona) y ese olor asqueroso que sale de la anatomía de este espécimen. Un horror.
12) El bebé que llora: todos los bebés son lindos. Hasta que empiezan a llorar. Y cuando lloran en el colectivo y no paran, por mucho que hagan los padres (generalmente primerizos; muchas veces madre sola y adolescente), hacen que uno se quiera tirar por la ventanilla. Lo que siempre me asombró es lo fuerte que son capaces de gritar... cualquiera diría que con pulmones más chicos los decibeles deberían ser menores, pero se ve que la proporción es inversa...
13) La familia Ingalls: son once. Y tienen asientos a lo largo de todo el colectivo. En el medio del viaje, siempre, siempre, necesitan algo del pariente. Y en vez de desplazarse silenciosamente hasta donde está éste, pegan el grito. Y el otro contesta gritando también. Cuando a la tercera vez que lo hacen, alguien les pide que por favor hagan silencio, empiezan a mandar a los chicos. Y los chicos descubren que es re divertido jugar a no caerse mientras van y vienen por el pasillo. Hasta que alguno se cae o se da contra un asiento y el juego se termina, con llantos, retos y a veces sangre también.
14) El ratón: es aquel que (según él) por principio y no por otra cosa no pone el bolso abajo y pretende meterlo arriba de los asientos. Cuando es chiquito, todo sale bárbaro, pero cuando es un terrible bolso más grande que él y no entra, y encima de todo lo pone donde van los pies -tuyos, por si quedaba alguna duda- la cara de orto es automática. No hay nada que se pueda hacer al respecto. Y todo esto por no darle un peso al maletero.
15) El que siempre llega tarde: a todos nos puede pasar. Una vez. Dos, como mucho. Pero siempre hay alguien que llega siempre tarde al colectivo, siempre que vos estás arriba esperando para irte. Y si ya es bastante irritante la perspectiva de un viaje de tres horas junto a todos los personajes que termino de describir, entonces lo menos que querés es extender ese tiempo.
Y acá termino. Nótese que a la derecha (un poco más arriba) se encuentra el LikeBox de Facebook; siéntanse libres de darle "me gusta" (si les gusta). Lo mismo para cada una de las entradas. Como siempre, gracias por leer, y quedan invitados a hacer los comentarios que gusten. Hasta la próxima y si no es antes, ¡felices fiestas!
Edit: Yo sabía que de algo me olvidaba: como graciosamente señaló Rami en los comentarios, él me tiró los últimos dos (más otros que ya estaban), así que ¡gracias Bech!